(continuazione dell'articolo pubblicato nella rubrica Spazio giovani - SCIC n. 3/giugno 2020)
TESTIMONIO 2 - “Tiempo y manos para servir y un remanso para rezar. Una puerta por descubrir, un camino que transitar”
¿Como expresar todo lo vivido en palabras? Como un video que se reproduce, pasa por mi mente nuestra misión sin ganas de que termine. Un año más que participo. Desde aquella vez que dejé que la curiosidad por conocer a quien nos Ama y se entregó por nosotros, habitara en mí, sé que la misión es lo que alegra mi vida. Este año iniciamos en un pueblo llamado Ojo de Agua en la Provincia de Córdoba, ¿Qué pasó al principio? Aún con miedo, y sintiendo si realmente somos los correctos para esto, la incertidumbre por saber, lo desconocido, por ver cómo nos iban a recibir, pero con el corazón lleno de amor y cariño para brindar, emprendimos una vez más nuestra misión. Nos encontramos con una comunidad muy cálida, amable y predispuesta, con personas que han dejado en mi corazón su nombre, abriéndonos las puertas de sus casas para compartir un mate con un perfecto desconocido, que sin embargo lleva como bandera el Amor de Dios, un hermano en Cristo.
Este año la misión la viví más profundamente, con momentos de angustia y otros de alegría. Cada momento compartido con las familias cuando salíamos a caminar o cuando estábamos en la escuelita que nos prestaron, dejó una marca en mí, esos rostros que al cerrar los ojos se me vienen a la mente, las miradas que dicen mucho más que las palabras y que a veces suelen no ser necesarias. Tan solo con tener alguien que los escuche y comparta un momento de silencio, son felices. El dolor y el abandono que podía percibir en sus ojos también me entristece. Es que siendo Hijo de Dios es que uno ama de verdad y no puede comprender como a veces se hace la vista gorda dejando familiares en el campo, sin poder movilizarse como el caso de Doña Dora.
También compartimos risas, con personas que trasmiten mucha alegría, y que a veces suelen hablar mucho como un señor llamado Pedro al cual visitamos con el grupo de Las Tranqueras, contándonos la historia de la casa de su padre, una construcción con aproximadamente 200 años de antigüedad, y enseñándonos como es su trabajo con sus animales, un hombre ya grande y solo, sin hijos al cual por las veces que fuimos a verlo llegamos a estimarlo y al despedirnos pude notar en sus ojos una mirada de tristeza porque él dice "La gente buena siempre se va" y es que él se encariñó mucho con nosotros.
Y así , sigo dándome cuenta de que la misión es muy importante en mi vida, muchas veces no comprenden porque siendo tan chicos decidimos ir 10 días a un lugar donde no tenemos comodidades, donde hace mucho calor... pero no comprenden que El (Jesús) nos regala cada despertar, que Él está donde menos lo pensamos y nos acompaña en cada paso. ¿Si Él me ha regalado tantas cosas como yo no voy a poder ponerme al servicio para brindar todo el amor que me ha regalado y compartirlo con los demás?
Jaqueline Torres Tinoco- 22 años /Buenos Aires
TESTIMONIO 3 – HUELLAS
Mi camino verniano comenzó hace muchos años; desde pequeña que concurro al colegio “Antonia María Verna” en Santa Fe, Argentina. Allí transcurrió toda mi niñez y adolescencia, hasta que llegó el tiempo de cerrar una etapa, para ir más allá y volar…
En este colegio me tocó vivir millones de experiencias y vivencias que han hecho de mí una mejor persona. Es por este motivo, que en el año 2018, cuando terminé los estudios secundarios, aumentaban mis deseos por seguir formando parte y transmitir el carisma verniano a los demás. Así fue como me uní al grupo misionero; en el cual aprendí muchas cosas sobre lo que es ser un apóstol simple y eficaz al comunicar con la mirada las verdades de la fe.
Después de un año de haber participado de los encuentros anuales del grupo, llegó mi momento de misionar. Sabía que el destino era Ojo de Agua – Córdoba, pero no imaginaba lo que me iba a encontrar y las enseñanzas que me iba a llevar de ese lugar.
Mi año nuevo empezó lleno de felicidad, ansiedad e incertidumbre, ya que el 02-01-2020 viajé rumbo a Córdoba para comenzar la misión.
Al llegar, conocí gente maravillosa que supo transmitirme el verdadero carisma verniano, el darse al otro con plena generosidad, entrega y disponibilidad.
Nosotros, los misioneros, llevamos preparadas diversas actividades para ofrecerle a la comunidad y compartir junto a ellos. Cada mañana llenábamos nuestras botellas con agua fría y salíamos al encuentro de los vecinos; para conocernos y dialogar con ellos mientras compartíamos mates y tortas.
Cuando se hacía la hora del medio día retomábamos el camino hacia la escuela primaria de Ojo de Agua (lugar que fue prestado para que pudiéramos hospedarnos) y almorzábamos para después tener un tiempo de descanso. Luego, merendábamos y empezábamos a realizar todos los preparativos necesarios para los talleres que venían a continuación; por ejemplo, talleres de música, de baile, de artesanías y/o actividades como ser bingos, procesión con una imagen de la Virgen del lugar, Celebración de la Palabra, Misa con el Obispo de la prelatura de Deán Funes, proyección de películas, entre otras muchas cosas.
Pero en este artículo, no solo quiero hacer referencia a las actividades que fueron pensadas para hacer en conjunto con los vecinos del lugar; sino también al trabajo espiritual continuo de los misioneros, tanto personal como grupal, mediante oraciones, cantos, dinámicas, juegos y diferentes actividades destinadas a la unión del mismo; y más precisamente, al crecimiento espiritual.
El lema de la misión fue “Vengo a ofrecer mi corazón”; y eso fue lo que sucedió. Todos los que estuvimos allí presentes –misioneros- comenzamos a trabajar en el corazón del otro a través de la empatía; para así poder comprender a quien tengo enfrente e iniciar un camino de transformación junto a Jesús y mamá María.
A continuación, cito una frase que escuché de la Hermana Lucrecia “en nuestros corazones quedan grabados los rostros y las miradas de los demás”; y coincido totalmente con ella, si hay algo que destaco y me llevo guardado en el corazón, es la simpleza, humildad, vitalidad y amor que me transmitieron durante diez días todos los rostros que conocí. Cada familia que nos abría las puertas de su casa nos dejaba una enseñanza para crecer y aplicar en nuestras vidas; por ejemplo, Dora, Iris, Pedro, los Márquez, Luisiana, Olga, entre muchos otros…
Es por todo lo que viví que estoy convencida de que recibí el llamado de Jesús para seguirlo, para vivir libre, para amar y servir, para dejar en cada paso una huella, para encontrar en los demás un poco de Dios. Este año le dije SÍ a la misión como heredera de la caridad de Madre Antonia al emprender con valor el camino de gratuidad el cual tiene confines infinitos. Y con mucha alegría quiero compartirles que mi camino aún no termina; sino que recién comienza y debe continuar…
Milagros, Acevedo 19 años
Comunidad de Santa Fe - Argentina